Por Alberto Marrero
Foto: G.BlaskyStudio
Los recuerdos y fabulaciones de un ser indagador y desesperado de la medianoche, se entrecruzan con las crónicas de otro no menos extravagante que va destilando una baba incandescente. Es extraño, pero ambos han decidido (en un rapto de diabólica lucidez) juntar sus escrituras en un libro que el lector ha de agradecer con los ojos bien abiertos y una mano en el pomo de la puerta. La imagen no es gratuita. Con ella trato de decir que los poemas, aunque de estilo muy diferente, tienen en común una suerte de insolencia patológica que por momentos asusta. Nada en ellos convoca al letargo sino a la vigilia. Ninguno está escrito para una sosegada digestión sino para remover escamas, mudar de piel y al final escupir el narcótico con que la humanidad nos ha cegado. Si el poema exaspera, desliza y conmueve, su existencia está justificada. Esta idea podrá parecer tremendista, pero a ella he llegado después del colapso de muchas cosas que alguna vez creí inconmovibles.
Midnight rambler, de Alberto Garrandés, es un cuaderno de poemas en prosa que apuntan a la viñeta poética (nada raro en un escritor que ha cultivado con éxito el cuento, la novela y el ensayo). Su encanto radica en la capacidad del autor para crear escenarios y atmósferas delirantes que ponen en guardia al más pinto de los lectores. Léase detenidamente el primer poema del libro, donde a mi juicio el llamado sujeto lírico nos alerta de lo que vendrá. Cito un fragmento:
El espectador caería en un éxtasis aparente, trivial, y experimentaría una inquietud vaga (pero por momentos injuriosa) a causa de la mirada de los otros. Sería advertido por ellos, y prevenido gracias a las huellas de un ir y venir sin fin, con los ojos oscuros, lamidos por la opacidad, ciegos tal vez. Y esto lo pondría en una mala situación. Ya no sería un sujeto confiable. Debería permanecer allí, detrás de su mesa, con la luz apagada, en el suelo, renunciando a su cómoda silla…
El desfile de personajes (reales o ficticios), países, épocas, situaciones y conflictos, va tejiendo el mundo interior del rambler o senderista (¿voyerista?) que escala aquí y allá, mirando en todos los resquicios, abriendo puertas de burdeles, cuartos, saloncitos privados, tabernas, restaurantes, deambulando por playas y calles. ¿Qué busca?, podemos preguntarnos. La respuesta podría ser, en caso de que la hubiese, todo. Hace muchos siglos que nos preocupa todo, que aspiramos a saberlo todo, si bien nunca lo lograremos. El lenguaje es seductor por más de una razón: hay parlamentos inquietantes, introspecciones extraordinarias que culebrean entre lo erótico, el más crudo porno, lo vulgar y lo refinado de cualquier época. El arte y la literatura se filtran todo el tiempo a través de la interacción con personajes de novelas, fábulas, cuentos de hadas y el aforismo cuasi filosófico aflora en medio de escenas insospechadas. La ironía matiza cada poema con algo que me atrevo a denominar la sal del espíritu. La sal, como sabemos, es símbolo de la incorruptibilidad o de la purificación desde la antigüedad. ¿Acaso esa es precisamente la intención secreta del poeta? Nadie lo puede adivinar, porque como decía T.S Eliot, el hijo del Hombre solo conoce un montón de imágenes rotas donde el sol bate. El recorrido nocturno del singular explorador termina con un poema de gran belleza y simbolismo que no es necesario comentar, o sí, pero en otra ocasión: Una vez me dijeron que aceptara la realidad de mi mente sin chistar. Al comprender que se trataba de un consejo ineludible, desde entonces no he hecho otra cosa que vivir y dejarme vivir sin olvidarme, claro está, de mis obsesiones.
En el caso del poeta Jesús Lara, artista también de la plástica, mantiene la respiración de su obra anterior, pero siempre en una escala ascendente. Los poemas de Kroni y la reencarnación de los espejos son de una densidad que somete. La coherencia del discurso poético estriba en un lenguaje de asociaciones, metáforas y yuxtaposiciones eficaces que diseccionan una realidad digamos global. El poeta no tiembla ante la incertidumbre o ante lo irremediable. Cualquiera de los dos conceptos lo lleva a escarbar en eso que conocemos como la condición humana. Su examen es acucioso, permeado de oscuras sanguinolencias. La modernidad aplastante, el peligro mortal en que vivimos amenazados por catástrofes sociales y climáticas, los avatares del arte, el sexo, la pareja y la convivencia en general, la envidia, la falta de escrúpulos, el oportunismo, la desidia, el derrumbe de ideales y el nacimiento de otros, la adversidad y otros males parecen ser la pesadilla del poeta que habla a través de un personaje de igual modo caminador nocturno, escéptico, esquivo, desencantado, lúcido, rebelde, a veces agresivo, pero en el fondo noble y urgido como la mayoría de una buena dosis de misericordia. Todo puede ser conjugado en el terreno de la poesía y este es un ejemplo de los muchos que ya hemos leído con deleite. Alejado de las cuitas de alcoba que tanto molestaban a Martí, en el poema Desconocimiento relativo descubre una aptitud ecuménica, una inquietud existencial de honda resonancia capaz de estremecer al hombre en cualquier escenario o circunstancia. Cito:
Nadie escapa al escarnio de la virtud ni a la fórmula de la relatividad (E=mc²) aquí como en otra galaxia ocurren eclipses y gritos cuando se está al borde de perder el sol. En el vacío la velocidad de la luz es una constante de 299.792.458 m/s (alrededor de 186.282,397 millas/s), ¿acaso sabemos en qué abertura minúscula del mundo estamos todavía? ¿De qué ha valido ser la flecha de la evolución si hemos tardado demasiado en encontrar la eternidad interior, si recorrer el universo nunca nos dejó satisfechos ante el espejo? Nuestra debilidad es proverbial…
Poesía premonitoria, audaz, que nos revela este mundo y crea otro, parafraseando al gran poeta y ensayista mexicano Octavio Paz. Alabo por tanto esta feliz iniciativa de dos creadores que decidieron unirse en un cuaderno que, sin ser una lectura cómoda y simplista, removerá neuronas y alguna que otra falsa piel quedará hueca y abandonada en el camino.
Alberto Marrero, 14 de noviembre del 2017
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