por: Virgilio López Lemus
¨Odas en azul Prusia para Alicia Alonso¨. Jesús Lara Sotelo saltó hacia la palabra desde los laberintos y las esferas, desde sus verdes brillantes y sus tierras pictóricas. La imagen de Alicia Alonso danzando frente a él, creó lo que José Lezama Lima llamaba la mirada hipertélica, visión oblicua que deja ver el lado oculto, y arte sobre arte como piedra sobre piedra, quiso el pintor-poeta revelarnos una Alicia suya, a cuyo develamiento esencial no se llega sin el recurso de la poesía.
Lara dice que Alicia Alonso es el cosmos. En uno de sus poemas la somete a un interrogatorio. ¿Por qué no? El cosmos debe saberlo todo, especialmente de sí mismo. No se puede pensar en ella sin abrirnos al sentido de la danza, por eso el libro Alicia y las Odas prusianas va dibujándose en versos como un homenaje, pero también como una suite donde la estrella aparece, desaparece y reaparece en poemas de intensidades diversas.
El buen poeta amigo Luis Marré abre el poemario con emotividad, e incluye un poema suyo de su juventud, dedicado a Alicia. El texto le ofrece una ganancia especial al poemario de Lara Sotelo, pues parece muy bueno introducir poesía del otro mediante un poema propio. Pero el libro sigue con un Prefacio del editor y narrador Alberto Marrero, quien devela las huellas lezamianas sobre este conjunto lírico y descubre que: «Alicia aparece en los poemas unas veces como eje referencial de la danza y de la cultura en general, y otras como alegoría de redención, voluntad y sacrificio».
Del poético Marré al develador Marrero se puede hallar la clave para entender mejor el intenso interés de Jesús Lara Sotelo por exaltar a Alicia Alonso como una hierofanía, o sea, como una mujer que ofrece el magisterio de la sagrado, revelándose en su espacio gnóstico, que no es otro que el escenario inteligente donde la dama de la danza desarrolla su terateia, su esencia poética maravillosa, lo que se ve y lo que se intuye en medio de una puesta en escena danzaria, otro modo peculiar de expresar poesía, esta vez fuera de la palabra, en el movimiento rítmico y en los silencios de la quietud.
Si seguimos con la parafernalia terminológica del sistema poético de José Lezama Lima, se dirá que Lara ha logrado con Alicia y las Odas prusianas un azar concurrente, el chispazo que va de la estrella danzaría a la letra impresa, como manifestación de concurrencias y de virtudes creativas.
Esto ocurre porque Lara avanza más allá de la mujer homenajeable, para conversar con el mito. Alicia viva es a la vez referente mágico, de modo que como nos dice agudamente Ernesto Sierra en su introducción, Alicia Alonso se advierte intemporal como una musa, pero, agrego, no con la pasividad luminosa de la aparición que hace brotar al poema, sino como la diva-musa, la que obliga a hallar referencias, cercanías, confluencias entre todas las artes, porque para serlo, todas parten de la profunda raíz de la poesía. Sin poesía no hay arte. Lara sabe conjugar la palabra escrita con la imagen pictórica y por eso sus poemas pueden parecer piezas performáticas de la concurrencia. El colorido de las imágenes, la consistencia corpórea de la evocación y los matices culturalistas de los textos, muestran una sinergia de varias artes en sus poemas.
Claro que Alicia y las Odas prusianas no es un homenaje al uso ni tampoco un pretexto para armar un poemario desde la diva-musa, sino que todo él resulta un estado creativo, preguntas y respuestas, pensamientos sueltos en aforismos, que no en versos, o los propios versos libres buscando musicalidades coetáneas, que es como decir fluyendo desde el ritmo de la vida.
Cuando Lara Sotelo se aleja más del referente diva-musa, cuando es a Lezama Lima al que sentimos detrás del poema, como en ¨Ondulaciones, aspas egipcias¨, ya desde el título muy lezamiano, entonces el movimiento evoca a la danzarina y se sienten unos brazos ondulantes «como aspas egipcias» fluyendo en el Nilo de la ¨Muerte de Narciso¨. Y la palabra, el nombre de Narciso es una revelación, puesto que por él hallamos uno de los puntos de contacto entre el más alto poeta cubano del siglo xx, y la mujer internacionalmente más elevada de la historia nacional. El Narciso de Lezama pareciera fundirse con el cisne danzante de Alicia Alonso, y convergen en el espacio gnóstico de Lara Sotelo, que es su libro todo. No es ocioso recordar que Alicia llegó a coreografiar el Narciso lezamiano, en tanto Lezama escribió páginas de gran júbilo ante el arte de la mujer prodigiosa.
Por el azar concurrente comulgan en el libro de Lara escenarios cubanos y las márgenes o las aguas del Nilo egipcio, polillas y trigales, el Jesús Redentor y Pedro Simón, Tchaikovski y Sacha, y Selena, y Tamara junto a Prokófiev y el propio Lezama, más cornos y empeines, God de Magod y el mismísimo poeta Lara Sotelo. Toda esa numerosa mixtura teje algo más que una fantasía, porque el trasfondo surrealista de la enumeración caótica tiene convergencias con la personal obra pictórica de Lara, plena de esferas y de laberintos, dentro de un barroquismo surreal que incluye extrañamientos y lindas contradicciones, como la que puede haber entre un paisajismo verdísimo y uno no figurativo enrevesado, propio de un abstraccionismo ocre y doloroso o de otro lleno de colorido como una fiesta.
No podemos olvidar, pues, que el autor de Alicia y las Odas prusianas es un pintor, un escultor, alguien que trabaja con sus manos otras materias también poéticas. Sin ese saber, Lara no se definiría bien dentro de su poesía espontánea, si lo que tratásemos fuera de definirlo. Ni se explicaría el afán suyo de apresar en frases casi lapidarias aforismos que ni con el pincel ni con el carboncillo pueden alcanzar su definición mejor. Yo no digo que Lara sea un pintor que escribe, sino que el artista sabe moverse en diversos códigos expresivos, porque él logra hallar la síntesis que en definitiva es la poesía. En el poema ¨Metáfora al vuelo¨ él mismo lo dice claramente: «Debo dibujar con palabras / el intento del oído naciente, / el eje que levanta las cosas». El grande de España León Felipe nos había dicho en un verso que el eje del universo descansa sobre una canción. Ese es el eje que busca con su poesía y con su pintura Jesús Lara Sotelo, el eje escondido que pueda expresarse por la fe del arte.
Para ello, aplica técnicas de la iluminación. Pudiera decirse que la aprendió o la aprehendió a partir del develamiento de la compleja poética del grandísimo adolescente francés Arturo Rimbaud, y claro que también el monstruo rimbaudiano de las asociaciones hipertélicas está detrás de estos poemas. Pero fijémonos bien en el detalle de la diva-musa iluminada en el escenario. Ella misma es una iluminación; Lara la ve como generadora de luz, pero al mismo tiempo se desplaza seguida por los reflectores, el espacio gnóstico de la danzarina da lugar al acto naciente del arte, que es su modo de expresar el carácter cósmico de la poesía. La iluminación rimbaudiana se identifica con el súbito lezamiano y con el «instante raro de la emoción» que decía José Martí, de modo que el poema puede hacer converger al Nilo con el alemán Nietzsche, como mismo Lezama (seguidor confeso de Rimbaud y de Martí) pudo relacionar el río-mito egipcio con la griega Dánae, para dejarnos asombrados ante la imagen de la joven tejiendo las aguas como si fueran hilos de oro, como en un cuento de hadas.
La diva-musa deja de ser en la poesía de Lara Sotelo solo la danzarina que él mismo dibuja en la portada de la edición príncipe de sus poemas. Y a la vez no deja de serlo, sigue siendo la gran ballerina pero en imagen que danza, la imago paridora de arte brota de la contemplación de Narciso sobre las aguas poéticas y ofrece al poeta la imago mundi. Alicia, como diva, se torna sujeto de contemplación. Como musa, se desdobla e inspira. La doble visión de la diva-musa hace brotar la palabra en su estructuración poemática. Lara salta desde el acto efímero de la danza para fijar el instante raro de la emoción con el alfiler de oro de la palabra lírica, porque como todo poeta, él quiere hacer de lo efímero, eternidad.
Estoy sentado aquí aplaudiendo a Alicia y las Odas prusianas de Lara Sotelo, como mismo podría en este momento ponerme en pie para ofrecerle mi ovación personal a la Alicia de carne y sangre, de la que hemos tenido la gracia de ser contemporáneos. El libro de Lara toca en mí resortes juveniles, de cuando fui por primera vez a ver a Alicia danzar en su Teatro, lo cual se me convierte, libro por medio, en recuerdo entrañable. Esta experiencia privada es también azar concurrente. Ahora pienso que la identidad cubana no solo necesitaba a Alicia Alonso para consumar el sector rítmico y danzario de nuestra alma nacional, sino que esa identidad se hizo carne y sangre bullente en esta mujer excepcional. Ser la mayor mujer que Cuba ha ofrecido a la cultura planetaria no es poco honor, honor de Cuba, para ella y para todos los cubanos. Jesús Lara Sotelo lo ha más que descubierto, adivinado con su sensibilidad aguda de artista. Él ha comprendido que Alicia Alonso precisa cuerpo poemático de libro surreal lleno de interconexiones, develamientos e iluminaciones, pero no para ponerlo a los pies de la diva-musa, sino para coronarla.
Recordemos ahora a la gran Gertrudis Gómez de Avellaneda aceptando la corona que Luisa Pérez de Zambrana colocó sobre su cabeza, en el mismo escenario en que ha danzado Alicia. Luisa y la Avellaneda gravitan entre nosotros, que sentimos tan próximas a las figuras de Dulce María Loynaz y Fina García Marruz. Y de pronto yo mismo he saltado desde el libro de Lara Sotelo hacia la imago paridora entrañada desde la poesía de cuatro grandes voces femeninas cubanas. Esto también es azar concurrente, no un azar caprichoso, sino concurrencia feliz de nombres de gloria lírica. En esta sala vibran ellas en la iluminación performática de Alicia Alonso, Alicia diva-musa del libro de Lara Sotelo, encarnación de las identidades danzarias y poéticas de la nación cubana. Entonces, no poco significa Alicia y las Odas prusianas, incluso fuera de sus páginas.
Muchas gracias Jesús Lara Sotelo por su libro, sin el cual no me hubiera dado cuenta de muchas de las cosas que he afirmado aquí. Usted, pintor, poeta y pensador en aforismos, nos ilumina a Alicia Alonso con luces menos efímeras que las de los reflectores y la sitúa en un escenario mayor que el de los teatros. Usted nos demuestra que, a la dama diva, musa y mito se le pueden hacer todas las preguntas sin la duda del falso endiosamiento. Pero ¡quién ha dicho endiosamiento!, como si Alicia no fuera cierta, como si ella no fuese el cosmos.
La Habana, febrero y 2011
Prólogo a la segunda edición
Este breve cuaderno del poeta y artista de la plástica Jesús Lara Sotelo, se publicó en el 2010 por Ediciones Cuba en el Ballet, con motivo de los noventa años de vida de nuestra excelsa bailarina y coreógrafa Alicia Alonso, fundadora de la escuela cubana de ballet junto a Fernando Alonso. El texto, además de un sentido homenaje a ella, resulta una honda introspección del poeta en torno a la danza como alegoría de redención, voluntad y sacrificio, cualidades que junto a la genial maestría del oficio han adornado la personalidad de Alicia. Como editor de aquella primera a versión y de esta que hoy aparece en audio libro, un soporte prácticamente novedoso en el ambiente editorial y literario de la isla, así lo aprecio.
http://www.cronicaviva.com.pe/presentan-audiolibro-sobre-bailarina-cubana-alicia-alonso/
http://www.tiempo21.cu/2017/12/09/153281/