Por Marilyn Bobes
foto: G.BlaskyStudio
Con Poemas Capitales la poesía de Jesús Lara Sotelo ha alcanzado los límites de su propia complejidad y una extrema tensión fenomenológica y cognitiva que podríamos calificar como manifiesto metafísico de lo posmoderno en el que lo surreal es protagonista y casi objeto de escritura.
La densidad tropológica y la saturación informativa e intertextual son en este cuaderno escollos para un lector reacio a la reflexión y a la decodificación, al que Lara Sotelo no le concede un atisbo de comodidad e incita, con sus estremecedoras metáforas, a una recepción nada convencional y muy vinculada a la desautomatización de su lenguaje.
En el poema que da título al libro, el autor admite que estos textos son “piezas raras de la mente, euforia para pantallas con dioses patógenos” o acaso meros y “simples despojos de infierno”, “esqueletos dormidos”, cuyos mensajes hablan de una fe no identificada con ninguna religión y menos con algún poder exógeno.
En estas piezas podemos hallar, eso sí, a “un hombre distinto, cansado de los sistemas” que se reconoce como “un negro que escribe sobre símbolos geopolíticos o efluvios” o, mejor todavía, con el hombre “ que Edvard Munich pintó en el puente con una aurora boreal de fondo”.
De esta manera es en el grito donde mejor reconoceremos la rabia contenida por la racionalidad que subyace en este mundo implacablemente personal y “oscurecido por los subterfugios y días festivos”.
Sorprende que cuando todo parece ya estar dicho, el sujeto lírico nos coloca ante inéditas preguntas y encrucijadas, muchas veces suscitadas por un cúmulo de informaciones que parten lo mismo de la pintura que de la propia literatura o de artículos periodísticos analizados fuera de toda posible manipulación, gracias a esa suerte de iluminaciones con las que Lara expone una metafísica anárquica donde “la mayoría de las veces, las certezas terminan en polvo o convertidas en polvo.
Los que conocen la obra de este autor descubrirán que a pesar de su reconocible estilo agresivo e insólito, Poemas Capitales posee un carácter casi surrealista en ese asociar cosas disímiles que, como confiesa en uno de sus textos, le provoca un “sentimiento de realidad”.
Pero, ojo, porque se trata de una realidad marcada por la posibilidad de un pensamiento paralelo que se encarga de ella para reducirla a ese “universo múltiple” que es para este autor la poesía.
Quizás el carácter posmoderno de esta escritura que rechaza a la propia posmodernidad (“tóxica como un antiguo rebaño”, define en alguna parte) resida en la ambivalencia hacia los poetas y pintores de la vanguardia universal, sobre todo francesa, a los que disecciona sin piedad en un intercambio de carácter metafísico que lo conduce a poner casi en duda las aseveraciones y las actitudes de estos antecedentes.
Y digo antecedentes porque ese gusto por la provocación y por subvertir los lugares comunes a los que se adaptó la mentalidad contemporánea ya había sido explorado, especialmente por los surrealistas con los que este cuaderno tiene algunas deudas que no implican que nos encontremos ante algún resquicio de epigonalidad.
Lara Sotelo sabe que “la mayoría de las veces las certezas terminan en polvo o convertidas en polvo” y es por eso que abundan tantas interrogantes en estos poemas tan capitales como los pecados que perifrasea.
En ellos el autor iza los cadáveres como trofeos, idealiza, decrece y brama, para decirlo con sus propias palabras. Sus afectos son carnadas aunque no pueda resistirse a ellos a través de las múltiples presencias femeninas con las que sostiene interesantes diálogos.
Está harto de “cosas establecidas” por eso coloca una distancia desconfiada entre su experiencia y las racionalizaciones que le servirían para hacerlas más digeribles y menos rabiosas. Pero entonces sus textos perderían la fuerza que parece provenir de un Dios absolutamente individualizado.
Es cierto que, como afirma Lara Sotelo, “desde tiempos remotos las cosas parecen dichas” pero en este, como en sus libros anteriores, el nos demuestra que pueden ser repetidas nuevamente si pasan por el tamiz del descreimiento y una positiva desconfianza.
No hay aquí descripciones de experiencias vividas o de estados de ánimo, sino singulares desprendimientos de vivencias, lecturas y conclusiones de distintas disciplinas humanísticas puestas en solfa por una inteligencia que tiene también el don de saber expresarse.
Parecería que Poemas Capitales es un libro resultado del oficio. Pero no. Aunque la limpieza y el poder de síntesis presidan los discursos es evidente el automatismo de una tropología que, tal vez inconscientemente, se transforma de inmediato en comunicación.
Pero no de un mensaje moralizante, ni una conclusión que anule las preguntas con las que se construyen los textos, aun cuando parezcan lapìdarias afirmaciones aforísticas.
El aforismo es aquí un modo sutil de confrontación y una manera muy peculiar de preguntar.
Se apela nuevamente a la prosa, lo que evita el dejarse llevar por las trampas de una pretendida musicalidad.
Como siempre, Jesús Lara Sotelo, nos entrega con este libro una muestra más de su imparable creatividad poética y filosófica. Una metafísica de la posmodernidad que la desenmascara y la refuta con su excelente y preciso dominio de múltiples lenguajes.