por: Francisco López Sacha
Uno piensa que los días de
un árbol son todos iguales,
sobre todo si es un árbol viejo.
No. Un día de un viejo árbol
es un día del mundo.
haroldo conti
No sabría cómo comenzar, solo diré que estamos a las puertas de una revelación, de un procedimiento tan diáfano y tan sencillo que vuelve complejo a este volumen de citas, textos, narraciones, a este espacio que crece entre nosotros con la fuerza poemática de la metáfora, la alegoría, la parábola y la interrogación.
Lebensraum no es un libro, es una summa. No es ni siquiera un compendio de acertijos, epigramas o pequeñas historias. Es una parábola en general del sentido de nuestra vida, la escritura concisa y apretada de casi todos los anhelos de un pensador, de un artista complejo que necesita de mucho espacio vital para expresarse.
Lebensraum es un llamado a la sencillez y a la coherencia, un método de convicción y una textura, el grado de cristalización de un modo de escribir que puede llegar a ser un diálogo con muchos inter-locutores a la vez: el posible lector, el narratario, el lector que vive dentro del autor, el lector que vivirá y esperará por él con la esperanza de una respuesta.
Creo que Jesús Lara materializa un sueño en este volumen de franca plática consigo mismo y con los demás. En principio nos invita a pasar adelante, nos impone una línea temática, una especie de soporte inicial, para lanzarse después a desarrollar una idea, un suceso, una acción o un acontecimiento, un proceso de determinación que culminará en una inquietud, un descubrimiento o un nuevo enigma. A veces el resultado es tan alucinante, que nos deja esperando en una duda metafísica, similar a la espera de Vladimiro y Estragón. El nivel de la conversación es tan elemental como la puesta en escena de Esperando a Godot: un árbol solitario, un patio, el espejismo de dos personajes y alguien que vendrá a darles un sentido a su existencia.
Esta aventura —este paso a bordo, esta engañosa seducción de las palabras— es la manera más simple e ingeniosa de colocarnos dentro, de participar con su voz y con su estilo de una continuidad, una atracción hacia el trazado artístico del problema planteado, bien sea la conclusión de un relato, la revelación de una verdad, o la angustiosa creación de un poema. Esta hoja de ruta convierte a Lebensraum en un pequeño universo de bolsillo, algo que puede leerse de un tirón en una acuciante rapidez, o poco a poco, algo que transita hacia la médula de cientos de interrogaciones, algo que se ofrece en diversos caminos; la parábola, la idea pensada y desarrollada como argumento, la difícil construcción analógica, el disparo directo, y al centro.
Cualquiera de las historias de este muestrario —organizado en apariencia como un cajón de sastre, pero, en verdad, meditado y expuesto como un concierto de música aleatoria— permite al lector (o a los actores) ubicarse en el centro de las preocupaciones del autor. Con esto quiero decir que cualquiera de los textos puede ser el centro temático del volumen y lo que hacemos con su lectura es pasar de un centro de gravedad a otro. ¨El mar en la cabeza¨ o ¨Mística del adelanto¨ demuestran la capacidad imaginativa desarrollada al máximo dentro de la subjetividad humana, así como ¨Soledades¨ o ¨Hambre¨ —este último perfila una obra maestra, una rara concisión de poema, cuento y meditación—, nos hablan de la dura condición de vivir. El tránsito por estos epigramas, minicuentos, monólogos, puede llegar a ser una lectura alucinante dentro de una sonoridad hecha de chispazos, relámpagos, asociaciones, líneas que nos conducen siempre a la cercanía o a la certeza de una verdad. El método consiste en un recurso de probada eficacia, al menos en idioma español: atraernos con una oración príncipe bien orientada, crear más tarde la sensación de ambigüedad, de intriga, y luego dar el golpe para noquearnos.
Por si fuera poco, Lara recurre, además, a un soterrado aparato crítico, al desliz de una cultura humanística envidiable. De un modo tranquilo y sutil nos habla del teatro, de los mitos griegos, el conflicto de Urano, del agón, el pathos, la locura de Strindberg y la soledad de Beckett, del minotauro de Creta transfigurado en sátiro, del conteo de protección sexual en un elevador de la espiral, el caracol invisible de los sueños, de la música de Wagner o la capacidad inaudita del narrador autor para olfatear el nacimiento de una supernova.
Saltamos así de un tema a otro, de un núcleo de sentido a un núcleo argumental, conservando la coherencia de un método y la sapiencia de una escritura. En este viaje avanzamos de un sentido a otro, de una idea a otra, de un espacio que se expande a otro que se contrae. Vamos viajando por los textos como por las fantasías de un contorsionista, que puede ampliar o reducir su cuerpo de acuerdo a una expresa voluntad de síntesis. Lebensraum crece de un modo rizomático, vuelve sobre sí mismo, avanza, retrocede, se comprime con esa energía vital que le permite colocar su centro en todas partes, cambiar de asunto, de construcción o de estilo sin afectar la estructura, su agudeza, su gravedad.
No sé cuánto debemos a la voluntad del autor, o cuánto debemos al azar. Vuelvo a insistir en que una vez descubierto el camino, el autor puede transitar por él con entera libertad, usando sus múltiples disfraces, puede correr, caminar, detenerse, reiniciar la marcha, pues la marca de cada texto a lo largo de todo el volumen, resultará imborrable.
Toda la obra de Jesús Lara es una incitación a romper la enciclopedia, y Lebensraum mucho más, porque la voluntad consciente del autor nos obliga a una encrucijada, a una alternativa. Esta verdad desnuda la naturaleza de un arte que reclama del lector una atención especial porque debe variar continuamente sus criterios ante cada observación propuesta. Somos, así, prisioneros gustosos de esas miradas ubicuas que lanza el narrador, o el sujeto lírico, hacia todos sus posibles lectores.
De todos los volúmenes escritos por Lara hasta hoy, este es quien presenta una cara más amable, tal vez más risueña, para una lectura ordenada, simétrica y rica en matices polémicos. Solo para una lectura, no para sus resultados, no para su profundo y a veces doloroso impacto. Aquí reservo mis mayores elogios para la audacia de los criterios y los puntos de vista asumidos por este narrador, por este autor que va detrás, dentro de esa oscura y hermosa simbiosis de narración, ensayo y poesía. Sostengo el criterio de que ellos son posibles por la carga energética y la revitalización de varios registros a la vez, por esa escritura directa y parabólica a un tiempo que resulta novedosa, atrevida y aun original en sus puestas estéticas. Lara nunca olvida la belleza, y esa es quizás su lección primordial.
En ¨Turbulencias¨ el autor dialoga con los peces. Es un acto inocente de una gran emoción contenida porque invita a pensar con piedad, en la omnicomprensión, en la necesaria capacidad que hemos de desplegar los seres humanos hacia cualquier criatura. Amor, solo amor, hacia una piedra, una nube, el cielo, la vastedad del mar, el aire, el árbol y su sombra, el espacio vital que ha de crecer en una síncopa, una melodía, el sonido de un saxo, una noche de ese espacio que incluye a los muertos, a los que no tienen voz, poetas, a quienes nos toca vivir en un presente que persigue al pasado y al futuro.
La Habana, 1º de abril de 2016