por: Pedro Oscar Godínez
En muchas ocasiones el pintor devenido poeta o el poeta transmutado en pintor, que no es sino lo mismo, o el pintor-poeta, o el poeta-pintor —José Martí lo fue y más allá del ámbito nacional cubano lo fueron asimismo el hindú Rabindranath Tagore, el árabe Khalil Gibrán, el español Rafael Alberti y el alemán Günter Grass, quien toma como modelo para sus dibujos y pinturas a un personajillo muy simbólico y bien familiar: las ratas—, dialoga consigo mismo (porque, ¿qué es la poiesis, sino monólogo, soliloquio, conversación con los ángeles y demonios interiores) , e, inclusive se rebela contra sus propias formulaciones —afirmativas o negativas—, y, empleando el más sutil de los sarcasmos posibles, se mofa en sus arremetidas de ciertas verdades aparentes con las que se pretende —y lamentablemente a veces se consigue— pasar ¨gato por liebre¨.
Aquí, en el libro que nos ocupa, ¿Quién eres tú, God de Magod?, Jesús Lara parece haber declarado una verdadera guerra sin cuartel a todas aquellas pasiones, sentimientos, posiciones, pensamientos o actitudes, que lastran al ser humano de negatividad, impidiéndole elevarse, esto es, volar, por encima del estiércol y toda suerte de mundanales excrecencias, como son la envidia, el egoísmo desmesurado, la ambición, la autosuficiencia, la mentira, la hipocresía, el engaño, la falsedad, la calumnia y la codicia, entre otros flagelos.
Encontronazo de añejos desasosiegos, angustias y preocupaciones filosóficas y existenciales que tienen su raíz en una etapa de la vida del poeta, cuando apenas si había arribado a los difíciles veinte años, manifiesto de rebelión contra lo vacío, lo caduco, lo impuesto, lo enfermizo o mórbido, empapado de un fuerte eclecticismo, en cuanto toma para sí lo mejor de lo conocido, de lo vivido y experimentado, el autor transgrede las reglas que dicta la preceptiva, construyéndose un lenguaje ¨otro¨ o una especie de protoidioma, y nos entrega un discurso introspectivo pleno de significados, en el que encuentran su acomodo Dios, el Amor, el Hombre, la Naturaleza, la Vida toda, en su cósmica extensión.
En cierto sentido, la suya es una lucha ontológica, en la que el componente axiológico juega igualmente un importante papel, por el triunfo del ser / la nada, del bien / el mal, del amor / el odio, la paz / la guerra, la verdad / la mentira, la belleza / la fealdad, la justicia / la injusticia, la libertad / la opresión.
Así, la necesidad de la fe, el apelativo a Dios, y, por consiguiente, la confianza plena en una vida ¨otra¨, dentro de un mundo también ¨otro¨ —ya nos lo advertía a este respecto el escritor ruso Fiódor Mijáilovich Dostoievski, cuando aseveraba: «Si Dios no existe, todo está permitido», lo cual, de hecho, pone ya de manifiesto la existencia de Dios, por cuanto queda claro que de no existir este ser supremo, el hombre, con sus excesos, sus anhelos de hegemonía, su insaciabilidad, su ira y sus guerras, habría acabado por destruirlo todo, incluyéndose a sí mismo como especie, al mundo en que habita y hasta al universo de que forma parte—, ocupan un destacado lugar en el discurso de este poeta de la sinceridad.
En la mayoría de sus textos, Jesús Lara alude irónico, mordaz, sarcástico, a una llamada ¨envidia sana¨, así como se habla a menudo de una ¨mentira piadosa¨, o como se alude hoy, en el escenario político internacional, a ¨terroristas buenos¨ y ¨terroristas malos¨, o lo que no es sino la misma cosa, ¨malos buenos¨ y ¨buenos malos¨, preguntándose y respondiéndose a la vez acerca de la veracidad de estas frases montadas, paradojas huecas o simples retruécanos.
De esta manera, no será sino el mismo Lara quien exclamará, en el paroxismo de su exaltación:
¡Tengo mi sótano inundado de llanto! ¡Me ahogo!
¡Tengo miedo!, cada lágrima desgarrada, amenaza
con malparir reflejos del mundo que, festivo,
repite: ¡Salud, traguemos! ¡Guao, todo está bien!
¡Finjamos, tomemos!, demos a todo un superlativo sí, / la sílice:
Nuestro espectáculo suicida, ¡comience!
César Vallejo, José Martí, Jean Arthur Rimbaud, José Lezama Lima, se dan cita en el verso ensortijado, retorcido, catártico y barroco de Jesús Lara. Palabras, vocablos, giros, arquetipos verbales, frases, así nos lo muestran. El poeta se apropia en ocasiones, haciendo uso de las intertextualidades, de otras poéticas que incorpora, de un modo ganancioso, a su lenguaje de búsquedas filtrándolas a través del tamiz de su experiencia personalísima.
Poesía desprovista de un elemento clasificatorio que la encierre en una determinada zona geográfica, claustro, celda o bantustán, en fin, exenta de marcajes folcloristas, ideológicos, raciales o regionales, arquetípicos de una etnocultura dada. Poesía sin color que no sea el de la propia luz hecha verbo en las sufridas costillas del poeta, de quien se puede decir, echando mano de la socorrida esquela poética, que, por igual, quien toca sus versos, toca a un hombre. En otras palabras, su poesía, como su pintura, como su obra toda —desgajada en disímiles vertientes de la creatividad que confluyen en un mismo punto—, a pesar de su aparente halo de oscuridad, está hecha de puras transparencias, en las que se nos muestra el artista, desnudo hasta los tuétanos, dialogando con sus fantasmas internos y la tribulación de no ser uno mismo.
Ciudad de La Habana, 29 de octubre de 2007