Sobre Poemas capitales
Por: Alberto Marrero
Foto: GBlaskyStudio
No deja de asombrarme la capacidad de ver el mundo como una gran red de imágenes conectadas. Todo parece ser asociable en este libro que pretende la dureza casi por antonomasia, que no respeta límites y vira bocabajo los escenarios más disímiles. Lara te lleva a hacer añicos la ortodoxia, los recelos doctrinales, los cánones obcecados.
Tinto en sangre se emerge de estos poemas y uno agradece la aventura de ser otro, aunque sea por corto tiempo. Poemas capitales es eso: un mundo trepidante del que se sale iluminado por la sangre de la poesía. Y digo sangre como si dijera agua, espuma, viento, lluvia, ciudad, piedra, sexo, hambre, guerras, Internet, música, filosofía, paradoja, vida. De un mundo tan complejo no se sale ileso.
Ángeles en el móvil
Ella insiste en buscar un ángel en mi móvil, pero ignora mis contraseñas divinas, mis caminos ocultos. Una antigua obstinación la consume y el tiempo es otro, o parece otro. Confunde mi desvelo por África con un pegamento oscuro hecho en Alemania, cuyo pasado le produce náuseas. Teme también a las estatuas nevadas y a mis conversaciones en las autopistas que ya no conducen irremediablemente a Roma. Tozuda, desafía mi paciencia y entra en un juego delicado como en un cuadro de Servando Cabrera. Siempre he creído que el pintor adivinó el sentido de todas las cosas subrepticias, incluso mis escrúpulos. Ella le dice a nuestro hijo que en mi iPhone hay mucho más de lo que digo. Pobre Andrea, los ángeles que ve son solo chispas, vagos destellos de un mundo más complicado, quizás divino.
Ultracorto
Hace unas horas escribí un cuento ultracorto con la típica sensación de haber omitido algunas esencias (entonces, ¿qué había hecho, en cuál de los derrumbes me había consumido?). Tanto tiempo auscultando cosas que jamás alcanzarían a flamear al aire libre, mostrar su otro fondo como en un cielo paralelo. ¿Dios o la idea de Dios son lo supremo o solo una representación igual que otras como el poder y sus intransigencias? Recapacito, disparo a la tempestad, al sol, a todo lo que se estremezca. Como maniático al fin tengo una cláusula para negar mis propósitos y otras alevosías como el cianuro entre dientes, el hábito roto, el círculo trazado con lápiz rojo. Gracias al círculo escarlata aprendí a callar y hacerle el amor a una mujer irreal dentro de otra real. Es difícil, pero se puede invertir el sentido de la vida para que esta no te dañe o para hallar placer en la rabia cotidiana. El cuento que acabo de escribir carece de semejante suspicacia. En mi afán por omitir lo esencial he dejado de decir cosas esenciales como el autoengaño y la pérdida escalonada del poder.
Animosidad
Esta mujer dice que ha aprendido de cosas interiores a mi lado. Afirma que penetrar mi distracción la ha convertido en una persona más indulgente. ¿Acaso es posible un disfrute más sabio? Esta mujer no es un personaje de Bukoswki, pero podría serlo. Su alter ego es Henry Chinaski, de la novela Mujeres del célebre autor. En tardes densas insinúa que gracias a este aprendizaje nuestras cabezas no ruedan desde la cima como otras. Lo trivial sirve para medir las proporciones de lo trivial. No sé cómo decirlo, pero la épica puede llegar a ser un acto insignificante o una hipnosis interminable. Para mí la poesía es un universo múltiple y esta mujer es la causa de un rencor que no me explico.
Sobre la muerte y el heroísmo
No estoy dispuesto a morir. Morir no soluciona conflictos. Morir es solo morir y punto. Disponerse a morir por una causa injusta o justa no es tan heroico como suele percibirse. La muerte es vocación de polvo. ¿El polvo es el destino del ego humano? La destreza de inmolarse es un acto de egolatría suprema, luego un intento de bien común. ¿Cómo pueden tantos actos heroicos conducir a un deterioro del orden mundial? ¿Acaso será una heroicidad mal orientada?