por: Yanet González Portal
foto: Adrián Garrido
Si algo posee la literatura escrita de Jesús Lara y que, a juicio de voces autorizadas a la hora de hablar de las letras cubanas, distingue su ejercicio capital de escribir es su sentido de lo moral. Así lo describió Rufo Caballero en un magistral prólogo (El hombre moral) al único cuaderno de aforismos que Jesús Lara ha publicado: Mitología del extremo, de 2009.
Aunque fue en ese año en el que Mitología… fue llevado a las prensas, ese libro comprende dos décadas de escritura en sentencias, apotegmas y reflexiones que Lara realiza a la par de sus primeros ejercicios poéticos.
«El aforismo es a Lara lo que el aleph al laberinto (…) Lara se expresa en cuanto medio tiene a mano, o en la cabeza, y viaja de una posibilidad a otra con una organicidad envidiable»— enuncia Rufo, quien, párrafos después lanza una de las aseveraciones más relevantes sobre la obra artista: «Lara es filósofo en primera instancia. Luego, por extensión, es poeta, pintor, escultor. El tronco es la filosofía; lo demás son como ramas de algún paisaje suyo: proliferaciones, variaciones».
Por la grandeza y sabiduría de las palabras allí reunidas, Mitología del extremo es uno de los libros más apreciados y contundentes del pintor. En ellos Lara recuerda que sin el pecado no hay vida ni fe. Ya lo dijo Rufo, sus palabras «nos someten a un brutal desnudo público, allí donde habíamos preferido el cómodo recato de la máscara, de la vestimenta, del teatro». No obstante, una vez que han sido leídos, una vez que la voz aforística de Lara entra en tu vida, es imposible deshacerse de ella. Para el pintor que escribe «La filosofía es una ebriedad del pensamiento…» o «Así es mi dictamen como un aforismo cubista» ya la palabra no tiene ataduras.
“Quien forja su espíritu pone precio a su cabeza”, escribe y crea una disyuntiva vital para su arte. En la síntesis del dolor, de la experiencia, pero más que nada de la consagración y el sacrificio, Lara llega a una verdad que conmueve y que puede hallarse sumergida en su obra posterior. «La herejía fue el pretexto para quemar hombres incómodos» leeremos más tarde en Los Ultimátum, o «El hombre no clasificado es una provocación» en su segundo libro de aforismos, El escarabajo de Namibia. Sí, porque a pesar de que Rufo creyera pertinente que al menos cada una década Lara debía escribir un libro de aforismos, ya para 2013, el artista trabaja en un segundo compendio que concluyó en el año 2015.
En una posterior presentación de Mitología del extremo el profesor y narrador cubano Francisco López Sacha (Granma, 1950) señala: «En cada aforismo Jesús Lara nos está llevando al extremo espiritual de una época marcada en parte, por el final de una utopía, y en parte por la necesidad de forjar el espíritu del individuo». Y para el prólogo del segundo cuaderno, El escarabajo de Namibia concluye: “Lara sabe muy bien que no se vive en la palabra y lo que allí se asienta o se graba o se burila es siempre nuevo”. Orientador, López Sacha comprende que Lara no puede abandonar esa esencia de moralidad, de sentido de vida que le otorga la escritura de sentencias tanto para ‘anotar’ lo cotidiano en su entorno como para perpetuar la fe y la posibilidad de salvación.
Desde esta liberación de la palabra que Lara viene experimentando desde principios de la década nace otro libro no menos singular en su escritura: Ojo sencillo.
En este cuaderno habitan en su plenitud los ‘personajes’ que pueblan su literatura. Las experiencias vibran en una multiplicidad de sentidos que a la vez es simple, pero no deja de enunciar complejas experiencias ¿suyas? con una mirada dura, quizás por esa sencillez que es posible entrever en poemas como Bésame mucho, o La soledad según Pollock:
«Una vez me puse a leer El Capital y comprendí que la existencia/ tiene la estructura de una cebolla desenterrada por la lluvia».
[…] «La soledad es un cuadro de Pollock. / Lo demás son señales equívocas del viento».
En Ojo sencillo observamos los edificios derruidos en las calles de La Habana, en las que abunda el sexo rápido y la nostalgia de la música de otras décadas. El poeta se ve a sí mismo, redescubierto, como un hombre optimista a pesar de las atrocidades que le rodean.
Con una ‘mirada simple’ Lara intuye la permanencia de otros males y el peligro que representan. Su escritura es una advertencia total: «Mi destino son los poemas inflados con ácido, / y si he de caer, que sea como un globo que el viento deshace».
Virgilio López Lemus predijo esta vocación de Lara por enfrentarse, como decía Lezama, «a la contradicción de las contradicciones: la contradicción de la poesía» y se pregunta si Lara intenta “explicar el mundo” o solo “verlo como una trampa poética”[i]. Acaba por aceptar que el pintor hace ambas cosas y compara esa obsesión, por ejemplo, con su afán apasionado cuando retrata a Alicia Alonso.
Para Francisco López Sacha y César López (Santiago de Cuba, 1933), Premio Nacional de Literatura, el siguiente poemario de Jesús Lara tiene mucho que ver con la herencia que han dejado Lezama, Virgilio y otros poetas aceptados dentro de “la línea cósmica de la poesía cubana”— un concepto desarrollado por el propio Sacha— y que por lo tanto puede ubicarlo a la altura de tales creadores. Se trata del poemario Alicia y las odas prusianas de 2011, editado en el año 2015 como Alicia y la elección de la fe.
Al pintor lo sobrepasó el poeta, quien por entonces trabajaba en las piezas de una gran exposición que dedicó al 90 cumpleaños de la diva de la danza cubana. En la plenitud de alguna madrugada Lara comienza a interrogar a la propia Alicia: «Dime Alicia, ¿Qué habrá después de ti sino el gran firmamento y los salmos?».
Alberto Marrero resume las bondades y grandezas de este libro cuando nos dice: «El acertado enlace de Alicia, la danza, el sueño y la inquietud del poeta, (…) convierten a este poemario en un raro manual de levitación».
Literalmente Lara habla con ella en los versos, la describe, le conversa y al final, declara la posibilidad de que jamás conozca sus escritos. «Desde mis residencias errantes me pregunto, Alicia, / si algún día leerás este poema».
Jesús Lara ha ganado desde entonces el privilegio de ser conocido como el retratista de Alicia, y uno de los poetas que ha dedicado parte de su obra a la danza. En ese sentido Virgilio López Lemus enuncia que Lara «no quiere expresarse solo con palabras, sino también quiere que las palabras expresen ideas (…)»[ii] refiriéndose, como es el caso, a la propia idea de la pintura que antecede al verso o al propio diálogo que establece el autor desde disímiles manifestaciones con la danza.
Con este cuaderno el artista inicia una suerte de ‘homenajes poéticos’ a otras grandes figuras de la música y el arte en general. Tal es el caso de Poemas de España y otros pretextos en el que le escribe a Paco de Lucía: «Si no hubiese sido por el flamenco cósmico de Paco/ yo no conocería esta ciudad que ahora estampo».
Este libro fue escrito en las estaciones de Barcelona o en las salas de un museo y la voz tiene siempre un tinte de nostalgia, que a veces es provocada por la distancia: «Cada vez que me alejo de la isla siento sed».
De ese modo aplica el siguiente Domos magicvs, publicado en la editorial Extramuros, de La Habana en agosto de 2013, en el que el poeta advierte la importancia del arte y de la ascendencia de otros creadores. Este libro está pleno de tributos, de guiños a sus maestros y a su propia obra. En él Lara escribe con seguridad, como protegido por la casa, el domo que lo titula y lo cobija.
Para el año 2013 el artista ha consolidado una obra en diversas manifestaciones como el performance, la instalación, la música, los audiovisuales, además de la pintura en todo su esplendor.
De este año es memorable su exposición Yo también sueño con serpientes con una serie de retratos a notorias figuras de la música cubana, como Silvio Rodríguez, Noel Nicola, Sara González, Pablo Milanés, Leo Brouwer, Frank Fernández, entre otros… que continuó con otra serie dedicada a los escritores titulada Íconos de fuego.
Domos magicvs es entonces la escritura de esas vivencias. Como afirma su prologuista el poeta César López[iii]:
«Este libro es una obra de Amor en toda su contradictoria amplitud y representa y demuestra el origen diverso y variado de la sensibilidad creativa del autor. Lara, al igual que en su obra plástica, muestra en la POESÍA los vaivenes y toques de diferentes estéticas y tonalidades».
El Domos… es un libro de transición, en el que Lara consolida su manera de presentar tanto poesía como aforismos, propiciando una doble estocada al lector: la del lirismo y la sugestión del pensamiento. Así sucede cuando nos dice: «no quiero versos impresos en balas si no son para dispararlos».
Si este libro inaugura una nueva poética del autor, que parece ya curado de las maledicencias del mundo, es en los siguientes libros Lapso enervado y Vellonegrodelkaos, del año 2014, donde el pintor-poeta declara su abierta inconformidad con los límites, tanto por la imposibilidad de asociarse con tendencia alguna como por el reto que impone en sus versos: «El desafío de sobrevivir me ha convertido/ en un asesino habitual de ángeles».
En Vellonegrodelkaos Jesús Lara no teme narrar escenas del encuentro carnal y la existencia del hombre que desea y ve en la mujer la salvación y la belleza sublimes. «Mírame bien: estoy cavando un túnel que me lleve hasta ti» […] «Sabes que no puedo ser feliz lejos del disparo de tus entrañas.».
Desde este poemario Jesús Lara explora las habilidades del hombre para controlar su propio destino y obrar con juicio. Los libros que sobrevienen responden a esta conclusión de vida del poeta, incapaz de traicionar su pensamiento y siempre dispuesto a dinamitar la calma.
El siguiente es Trece cebras bajo la llovizna, cuyos poemas iniciales fueron escritos aquí y allá, en el transcurso de sus viajes o en los días de intenso trabajo de la exposición Irla, para la XII Bienal de Artes Plásticas de La Habana en junio de 2015. Este poemario tiene un lenguaje sintético sin abandonar el lirismo, y al igual que en ¿Quién eres tú, God de Magod?, pasando por Mitología del extremo y Domos magicvs tiene como centro a la condición humana.
Es un libro singular y que considero uno de los más diversos de su obra especialmente por los temas que obsesionan al pintor, quien ha dicho sobre Trece cebras… que «es como vivir muchos momentos de las facetas humanas en un solo libro».
Es imposible no sonrojarse ante el goce evidente, temblar con sus declaraciones e intentar responder sus preguntas con la misma urgencia que se nos hacen: «¿Dónde carajo están las puertas de emergencia?»
Quienes conocen a Lara saben que él tiene ese privilegio de influir, de persuadir con la palabra. En la plástica convida al ejercicio consciente de la contemplación, en Trece cebras… el poeta advierte el peligro de esa contemplación: «Yo vi la humanidad con un plomo en la sien, / el anverso y el reverso de los espejos, / (…) la espalda de los caídos».
Como un dramaturgo, Lara utiliza los argumentos del teatro bufo, la farsa, la improvisación y crea un tablado para la escenificación del verso. Aquí no hay ‘regalos’ a la simpleza, como lo declara su prologuista Alberto Marrero:
«Lara intenta llevar el lenguaje al límite, buscarle nuevos rumbos, asociaciones imprevistas, la imagen que remite a otra hasta formar una red, un entramado singular que revele un universo de posibilidades, una “cantidad hechizada”, como decía Lezama».
De aquí en adelante el pintor parece incapaz de renunciar a la palabra como bandera y así lo enuncia la poeta y ensayista cubana Lina de Feria (Santiago de Cuba, 1945) cuando escribe:
«(…) [Lara] ha ido ganando en la perfección de la comunicación. En estos poemas aparecía renovado. Él renueva indiscutiblemente, es capaz de unificar a Freud con las rosas, no le teme a eso, a sencilleces».
La lectura de los siguientes Grand Prix y Pearcing de pupila, revelan la búsqueda de la perfección en la sintaxis y una especie de continuidad de las historias que colocan las palabras exactas en el oído del poeta.
Pareciera que hay muchos Laras detrás de estos libros. En el primero rememora los postulados de la muestra Boxing citadino, de la IX Bienal de La Habana, en la que construyó un reflejo de peligros acechantes como la devaluación de los hombres y las mujeres, la violencia, las relaciones de dominación en el sexo… El Grand Prix comprende tanto el reto de las vidas que van a galope como las que no: «Todos los días, a las cinco de la tarde, /un moscón se posa en su cara».
Este es un poemario cercano a lo cotidiano, a la realidad pintoresca de un país, pero también a la de la postmodernidad y sus peligros acechantes: «Durante años he advertido el horror de las víctimas/ y el vacío en los ojos de los asesinos».
Asistir a la competición lleva al poeta a no querer recordar nada: «Heme aquí aplicándome una autohipnosis».
La mirada del poeta regresa a lo incisivo, a lo cuestionador y su siguiente libro Pearcing de pupila es eso una aguja de palabras que perfora la mirada. Es que la moda, la televisión y el arte efímero enferman a Lara y este poemario es una guerra abierta contra la crueldad, las injusticias que pasan a ser hechos comunes y contra la masa homogénea y sin criterio que construyen los medios de comunicación. A fin de cuentas, Jesús Lara es el hombre moral, la rectitud, la bondad: «Los niños trafican con órganos de seres vivos, / Incluso, con los suyos» (…) «Los drogadictos pobres comen sobras de comida. / Los drogadictos ricos tiran la comida por la ventana».
A la aspereza de Pearcing… le sigue Luz de loto, un poemario cuya razón de ser es la denuncia que ahora llega acompañada de la admisión y el reposo meditado que trae nuevos argumentos a la voz del poeta: «En el diluvio de palabras las sombrillas/ son inútiles…».
Luz de loto lleva ese tono cuestionador que caracteriza a Lara Sotelo, quien no teme responderse: «La identidad es un juego» o «Todo lo que pinto es irreal aunque lleve mi sangre». Pero el poeta está despierto, aunque piense que «una idea en el fondo de una cueva nadie la escucha», él ha «conquistado un poder insospechado» a pesar de los contratiempos, como «la insistencia de mi editor en podarme los bordes, las sombras iluminadas». Este cuaderno es el paso que debía anteceder al gran libro que es Amaranto.
«Alguien corta mi garganta y sonríe, / sabe que la orden es la orden y la ejecuta». Si Pearcing… pude ser visto como una denuncia, Amaranto encarna la penitencia, un letargo y cierta conformidad con el mal.
«Los adversarios nos conocemos mejor que muchos amigos, / y calibramos fuerzas y/ aprendemos a nadar en sangre». Advierte el poeta que se sabe acechado: «[…] Viajamos con una bala debajo de la lengua. / Es una costumbre que aprendimos hace ya mucho tiempo».
Ya para la fecha en la que es escrito Amaranto (fines de 2015) ha comenzado un prolífico período literario del que resultarán cerca de treinta libros posteriores.
Como un ‘caso raro’ calificó Alberto Marrero esta predisposición de Lara “al continuo ejercicio del arte” cuando afirma: «En general los creadores que abarcan tantas esferas, tantos géneros, tantos temas al mismo tiempo es casi un caso raro que yo personalmente no he visto en los años que tengo de vida».
Desde ahora, agrega Marrero, Lara siempre estará dispuesto a atreverse a más con su escritura: «Los poetas me piden concisión y, cuando/ se las doy, dicen: no, es demasiado. En el fondo soy un/ faccioso aburrido que ellos no han podido tachar de sus/ magras listas».
Notas:
[i] López, Lemus Virgilio (2016) Jesús Lara Sotelo y un caracol nocturno nadando en un rectángulo de agua. realidad, exageración, laberinto y belleza. Prólogo a la Antología Poética El laberinto ante mí.
[ii] Entrevista realizada en al año 2013, con motivo del homenaje de Jesús Lara a Alicia Alonso que tituló Odasenazulprusiano, realizado en el Hotel Habana Libre. La Habana.
[iii]López, César (2013) El tiempo, la palabra. Prólogo del libro Domos Magicvs. Ed. Extramuros. La Habana.
YANET GONZÁLEZ PORTAL. Periodista. Ha publicado trabajos periodísticos en el semanario Trabajadores, en Cuba sí y en la emisora Radio Ciudad del Mar.